“¡No hay, no hay!”
El tránsito de Pepe Yunes rumbo a la gubernatura no ha sido nada fácil de cara a un PRI, su partido, desacreditado y con un pasado ominoso.
Recibe la estafeta quien es uno de los mejores exponentes de honestidad y congruencia, pero con un partido que arrastra enormes deudas. Recibe una institución desvencijada y penetrada por viejas rémoras y, lo peor, con rezagos financieros que le impiden echar mano de las prerrogativas para desarrollar siquiera una campaña de medio pelo.
Lo primero que encontró Américo Zúñiga, al asumir la dirigencia priista fue una plantilla anquilosada, de abultada nómina y etiquetada por decenas de recomendados de Héctor Yunes, Carlos Brito, Carvallo y Erick Lagos, todos intocables, todo dispuestos a no ayudar. Ello a la par de arcas vacías.
Luego la otra herencia.
En el crisol de la honestidad Pepe, se encuentra a gente etiquetada por la PGR, perseguidos por ratas; a priistas amparados en el fuero, pero acosados por la yunicidad; a duartistas tramposos que el corto le juran ayudar pero que al amparo de la noche pasan información al su patrón azul.
Es una clase política decantada que dicen garantizar cientos de miles de votos cuando en la realidad no controlan ni a su seno familiar.
Ello ha llevada Pepe Yunes a preferir moverse en solitario.
Tan solo acompañado de su chofer, sus dos mejores amigos Américo y Silvio, del fiel Pablo González, Pepe Benítez y Alex Hernández anda día y noche recorriendo los municipios, muchos de ellos por años visitados para recordarles que el verdadero cambio.
No tiene dinero para los convenios con la prensa, pero si muchos comunicadores que creen en su proyecto, de ahí que de los cuatro aspirantes es el que mejor imagen tiene.
Tampoco tiene para los artífices de la trampa que dicen mover a los sectores, a las mujeres, a los hombres del campo y a los obreros. No hay, plata para los municipales que quieren sumas millonarios “para la gasolina”, tampoco para esa vieja guardia que dice saber de la operación electoral.
La de Pepe, ha sido una campaña muy, pero muy austera, en donde en el día a día se sufre para sacar los gastos. Aunque hay que admitir que a veces hay patrocinio para desayunos y comidas… pero sale del bolsillo de don Pepe, padre del candidato.
Los empresarios le apuestan a tres –la Sheridan, empleada de Yunes Linares no cuenta-, pero le apuestan entre comillas. No gastan un clavo y a pesar de ser anfitriones hay que pagar por verlos.
Todo ello ha sido muy complicado para Pepe Yunes, pero ahí la lleva.
No tiene coordinador de presa ¿para qué, para que lo sacrifiquen?.. Tampoco utiliza al vocero ¿para qué, si en su primera aparición se derrumbó por su filiación apartidista, acomodaticia y de un pasado contrario a la vocación priista?
La agenda de Pepe prácticamente se va armando en el día a día.
A veces lo empinan con la promesa de mítines monstruo que resultan chafa, de solo unos cuantos reciclados del anterior mitin. Los mismos que en el viejo PRI eran los apóstoles de la democracia, los que eran bien pagados por no hacer nada, pero ¡que importaba! si de todas maneras el PRI ganaba en automático.
Y como la vieja canción que habla de los que se aconsejan y se van, personajes de la alta alcurnia priista que se comprometieron desde el arranque de la campaña a llevar al triunfo a Pepe, cuando lograron lo que querían –delegaciones federales y diputaciones pluris para la familia y los cuates”, los mejores cargos partidistas, etc.- simplemente desaparecieron.
Es el caso de Héctor Yunes y otros duartistas –incluso desertores como Ahued- y a esos viejos zorros que por ahí se les ve tras bambalinas en los encuentros masivos, perdidos intencionalmente, desaparecidos a conveniencia ¡no los vaya a ver Miguel!
Pepe, sin embargo, sabe su juego.
No ignora lo gandallas que se han portado con él. Tampoco se sustrae a la realidad. Ha dicho que no está jugando para perder y en una de esas, con todo y ese ominoso tercer lugar en que lo han colocado las encuestas, le pega al gordo y se unge como gobernador.
Será hasta entonces cuando la bufalada retorne al ¡Te lo dije… Yo siempre supe que Pepe era el bueno!
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo