¡La incómoda presencia y modo de hacer política de Eric Cisneros, no ha sido grata para la ciudadanía!
Si algo ha distinguido históricamente a los veracruzanos es su modo de hacer política. Ese peculiar estilo de debatirla, ventilarla y formar lo que se llama la opinión pública.
La de Veracruz es y ha sido una política que se dirime en pueblos, barrios y ciudades; en los cafetines y centros de reunión públicos; en las oficinas y los hogares. Los partidos políticos solo la oficializan y ya gobierno la traducen en la praxis sin retórica ni fantasías.
Por ello a modo de sorna se dice que cuidado cuando se juntan dos veracruzanos para hablar de política, lo menos que terminan es concretando la formación de un partido político.
Eric Cisneros es un veracruzano que no es veracruzano, al menos de arraigo, que de la noche a la mañana se apersonó en estas tierras ribereñas presumiendo que venía de parte de Andrés Manuel López Obrador a sumarse a la causa de Cuitláhuac García.
Arriba vendiendo la idea de que es el dedo chiquito del Peje cuando en realidad con quien tiene una estrecha relación es con “Nico”, el chofer de López Obrador, según confesó al columnista Armando Ortiz y quien esto escribe en un desafortunado encuentro en conocido restaurante en donde lo menos inopinado que dijo fue que él no se guiaba por galardones literarios ni premios nacionales “ya que lo que está en juego es la Cuarta Transformación” que va más allá de cualquier floritura.
El punto es que desencuentro tras desencuentro ha desembocado en una escalada en su contra de prácticamente de todos los sectores productivos y de opinión a quienes, por quitamente estas pajas, ha venido confrontando.
Desde que irrumpió en el escenario veracruzano hace unos meses ha chocado con todo mundo.
Por ello no gusta su forma ni su modo de hacer política y menos sus prácticas. Eso de mal ocuparse en pintar las señaléticas y sembrar florecitas en las Araucarias han dado muy mala señal.
Ello al igual que las ofensas y groserías que profiere a medio mundo. Eso de retar a los diputados locales opositores y mal representar el papel remedo de Miguel Angel Yunes, mostrando amenazantes colmillos, desagrada.
Acaso fruto de todos esos desencuentros ya tiene ante la Fiscalía General del Estado una exigencia de juicio político de parte de la diputada MaryJose Gamboa, quien viene de la carne de presidio a la batalla legislativa y ni cuando fue periodista y conductora de noticias fue una perita en dulce.
Esa batalla, por tanto, no será cualquier asuntillo que se resuelva a través de José Manuel Pozos.
Ya observamos pues, a un Eric Cisneros que no se le despega al jefe ¿a qué horas trabaja? y hasta parece que lo empina a cada lance donde el gobernador tropieza.
Eric, que viste como si viviera en el Polo Norte, no atiende su trabajo en la Secretaría de Gobierno, todo se lo deja al gobernador para irse de fiesta con los caricaturistas a su pueblo –al que dice que es su pueblo- cuando la urgencia veracruzana está en parar la escalada de violencia y muerte que se vive, atender a los Colectivos, algunos de los cuales prefiere manipular y dejarlos colgados ya que le anda por echarse unos tacos en Rinconada.
Y ese tonto pleito que trae con Manuel Huerta Ladrón de Guevara, este sí amigo-amigo de López Obrador, por un tema que habrá de resolverse dentro de seis años, lo único que lleva a Veracruz es a la ingobernabilidad.
Eric es un poderoso Secretario de Gobierno, pero no sabe usar la herramienta.
Hace tenebra y todos se la descubren. Aprieta el puño, pero no se pone el guante de terciopelo y poco procura por mejorar su imagen ante la ciudadanía que está cierta que salimos de Guatemala pare entrar a guatepor.
Eric no conoce Veracruz y ello no es grave salvo porque no se deja ayudar. Su desgarbada presencia es objeto de mofa y ello, políticamente, lo desdora y su mal carácter nos hace recordar épocas infaustas –la última por ejemplo- en donde se gobernaba con el hígado.
Y es que hasta nos quedamos en torno a la gobernabilidad, un funcionario de tal alto rango requiere para mantener el equilibrio, del diálogo, de la negociación, de la concertación.
El responsable de la política interior es quien aprieta el puño cuando debe hacerlo. Es quien evita la confronta al menos de manera abierta y sin exponer al jefe. Es quien hila fino. El que llega a acuerdos por encima y debajo de la mesa. Es el hombre del equilibrio.
Pero si insiste en la necesidad de alcanzar la Cuarta Transformación al precio que sea, atropellando incluso derechos fundamentales o invadiendo competencias y lesionando la autonomía institucional, lo único que va a lograr es llevar al despeñadero a Cuitláhuac García.
No son pocas las voces que ya desde ahora, a dos semanas de gestión llaman a su remoción… y eso sí que está muy cabrón.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo