Bernardo Gutiérrez Parra
A las 7:30 horas del domingo anterior en Tempoal, municipio al norte de Veracruz, la señora Celia Juárez desayunó con su marido antes de dirigirse a Tantoyuca donde compraría pollo para la vendimia de ese día. En charla de sobremesa le dijo a su esposo que aprovecharía la mañana para ir a votar.
Celia llegó a la casilla correspondiente y ahí se encontró con vecinos que son clientes de su pollería con los que se puso a charlar. Pero la casilla tardó en abrir y al parecer fue una del 28 por ciento que no abrieron en Tempoal donde sólo lo hicieron el 72 por ciento.
Como se hacía tarde decidió marchar a Tantoyuca y al llegar a ese municipio comenzó su calvario.
Celia estacionó su camioneta en el lugar de costumbre, en la batea llevaba varias rejas donde metería los pollos y en su bolso 19 mil 200 pesos que pagaría por ellos y por otros gastos.
Mientras caminaba la interceptaron elementos de la Fuerza Civil que le dijeron que revisarían su camioneta, minutos después le exigieron que abriera su bolso y al ver la cantidad que llevaba la acusaron de comprar votos y la detuvieron.
Hasta este martes por la noche, Celia seguía detenida en los separos de la Policía Ministerial en Tuxpan y no la habían presentado ante ninguna autoridad competente. Y de los 19 mil 200 pesos mejor ni hablar porque es casi seguro que no los volverá a ver.
Esta aprehensión arbitraria es parte de la represión que ejerció el gobierno de Cuitláhuac García desde el 13 de marzo con la detención del perredista Rogelio Franco candidato a diputado federal, hasta el domingo anterior con el arresto de Celia, una honrada vendedora de pollos.
¿Igual que en los tiempos del PRI? No creo.
Por principio de cuentas no se tiene registro de que los priistas hayan usado a la UIF o al ORFIS para amenazar a los candidatos en tiempos electorales y tampoco mandaron detener a nadie acusado de ultrajes a la autoridad. En los tiempos más álgidos del PRI hubo robo de urnas y compra de votos, pero no había opositores secuestrados ni asesinados en el interior de su hogar.
Digo, eso no quiere decir que sean hermanitas de la caridad; no hombre ni con mucho. Precisamente por no serlo los echaron de la Presidencia de la República y de la gubernatura de Veracruz, pero jamás llegaron a los extremos de violencia que se vivieron en este proceso electoral.
Con todo lo que sucedió en dos meses y medio, Cuitláhuac García pasará a la historia como el gobernador más represor de los últimos 60 o 70 años. Ni el chaparrito Fernando López Arias que era de mecha muy corta se atrevió a tanto.
Su policía se dedicó a coartar las protestas a macanazo limpio y abusó del sambenito de ultrajes a la autoridad. Lo anterior provocó que miles de los votos para los candidatos de Morena fueran producto de la coacción y los votos que dejó de emitir la oposición no llegaron a las urnas por la represión.
No deja de ser una cruel paradoja que un individuo que la mitad de su vida ha gritado en las plazas públicas “¡represor, represor, represor! al gobernante en turno, ahora que está del otro lado del escritorio haya transmutado en el más represor en siete décadas.
De no haber sido por la represión, otro habría sido el resultado y eso lo tiene bien medido Cuitláhuac. El asunto es que a la hora que lo juzgue la historia lo sentará más cerca de Santa Anna que de Adolfo Ruiz Cortines o Rafael Murillo Vidal.
PD
Ahora que pasaron las elecciones y que entregó buenas cuentas a López Obrador, ojalá Cuitláhuac tenga la decencia de ordenar que liberen a la señora Celia Juárez, y que le devuelvan su dinero que es producto de su trabajo y no de un robo a las arcas estatales.
bernardogup@hotmail.com