Los primeros segundos te pones alerta, es difícil creer que sea real lo que está sucediendo, después te preguntas si no estás exagerando, comienzas a sentir como el miedo paraliza, es en ese momento en el que debes decidir si te defiendes, huyes o dejas que suceda. No importa qué decidas, de todas formas vas a sentirte aunque sea por un momento culpable, si sobrevives tendrás que decidir callarlo por siempre o en su defecto decirlo a alguien más, entonces sentirás miedo a que se te juzgue o inculpe, ese miedo permutará cuando decidas denunciar y llegue el miedo a las represalias, vendrá a tu mente todo lo que más quieres y sentirás pánico porque ahora está en riesgo. El repudio, odio y asco serán tus acompañantes. ¿quién repara tanto daño? si a los agresores no les alcanza para vivir, menos para pagar daños.
La violencia contra las mujeres en los espacios públicos o comunitarios es sobre todo de índole sexual, es una pandemia a nivel internacional que afecta a la gran mayoría de habitantes y es muy poco sancionada, al parecer hablamos de una enfermedad incurable y de alto contagio. El acoso sexual es el primer paso del camino que tiene como destino la violación. El hostigamiento sexual está tipificado en el Código Penal Federal desde principios de 1991, sin embargo las agresiones sexuales que se cometen en el transporte público no se denuncian en gran parte debido a que las autoridades promueven que la víctima acepte una disculpa de su atacante.
Antier le pasó a mi mejor amiga, hace dos años le pasó a una compañera periodista, a mi me pasó la semana pasada, hace unas horas le pasó a la nieta de un compañero periodista y seguramente en este momento le esté sucediendo a la hija o a la madre de alguien más.
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en su artículo tercero dice que: “Todas las medidas que se derivan de dicha ley, garantizarán la prevención, la atención, la sanción y la erradicación de todos los tipos de violencia contra las mujeres durante su ciclo de vida y para promover su desarrollo integral y su plena participación en todas las esferas de la vida.” Yo me pregunto: ¿Cómo nos podemos desarrollar integral y participar plenamente en todas las esferas de la vida si no tenemos la seguridad ni siquiera de transportarnos de un lado a otro?
Actualmente no existe ninguna ley que obligue a las empresas de transporte público a mantener mecanismos y protocolos de seguridad ante situaciones de acoso y hostigamiento sexual. Necesitamos que por medio de la legislación federal y local se nos otorguen herramientas, que nosotras podamos utilizar para que en conjunto salgamos y al fin nos libremos del fango de la impunidad.
En primer punto es indispensable la impartición obligatoria de talleres sobre reconcepción de sus masculinidades a operadores y conductores de unidades de transporte público .
Desde la Cámara y el Congreso del Estado impulsar y retomar campañas y proyectos en coordinación con la sociedad civil y ONG´s que tengan como fin desnormalizar las agresiones sexuales hacia las mujeres en los espacios públicos, así como promover masculinidades respuestuosas.
Generar convenios de colaboración para la creación y ejecución de un programa de seguridad de las mujeres en todos los medios de transporte de pasajeros público entre instituciones encargadas del transporte público, de seguridad pública y de impartición de justicia a nivel federal y estatal.
Constantemente me pregunto ¿quién debe pagar esos daños que nos han causado a las mujeres a lo largo de la historia misógina de nuestro país? en días como hoy se me revela la respuesta: nos corresponde a nosotras saldar esa cuenta.