(Para Ana, un abrazo…)
** Fíjense Lectores: a decir las despedidas no nos enseñan generalmente; porque en el transcurso de nuestras Vidas tendremos que decirlas temprano o tarde: y se cree que no es bueno hablar de decirle adiós a las personas, vivas o muertas.
** La vida es una sucesión de despedidas: nos despedimos de mamá y de papá cuando tuvimos el privilegio de tenerles juntos, y verlos morir. Y no pensamos en quienes no tuvieron la Gracia de verlos o tenerlos juntos: cuando la despedida fue impuesta en vida: porque uno de los dos faltó siempre.
** Nos despedimos de nuestras Infancias sin apenas darnos cuenta. Gozamos la Pubertad que nos avienta a una Juventud de general inconsciencia: muy pocos privilegiados tienen el don de un Alma Vieja que les susurra los pesares de la vida, y los contiene y los conmina a cometer menos errores.
** Luego vendrán otras despedidas, las inevitables de los primeros Amores o la creencia de haberlos encontrado que es quizá, la más dolorosa pérdida: creer que nos privamos de un tesoro cuando realmente siempre fue basura a desechar.
** Pero decir adiós, despedirse, de los seres queridos que pueblan nuestros días, es una prueba difícil de afrontar.
** Si decirle adiós a los familiares que se nos van muriendo es difícil, no lo es menos decirle adiós a los amigos: cada que uno muere, es sentir que “algo” de nosotros mismos, se va con ellos.
“AMIGOS Y LIBROS”
** Es curioso un fenómeno mexicano recurrente: en la Muerte, muchos de los vivos que quedan, aunque no hayan tenido mayor relación con el difunto, o incluso hayan sido sus malquerientes, aparecen en sus funerales más compungidos que los Deudos.
** Hablan del muerto y les colocan coronas de experiencias nunca vividas. Se apersonan en los velatorios y son los que ríen agrupados y ven, con abierta curiosidad, a los deudos genuinos, con una mezcla de sorna. Como los tiempos son otros: utilizan “las redes sociales” y se meten a los “face” del muerto y postean comentarios o tuitean utilizando sus fotos: comentando equis o ye detalle, deseosos de pertenecer a la despedida final de alguien que vivió, y fue, y acaso jamás convivió con ellos.
“¡Oh mi Juan! yo te lo digo,
Por este mundo al cruzar
Es muy difícil hallar
Este tesoro, un amigo.
Y es tan grave su elección
Que te lo puedo decir,
Compromete al porvenir,
Compromete al corazón.
Y tanto influye en la suerte
Del necio que se descuida,
Que un buen amigo es la vida
Y un mal amigo la muerte…”
(“Amigos y libros” de Juan de Dios Peza. Fragmento)
CARVALLO…
** Anoche, hablando con su compañera de muchos años, confirmé una vez más que Manuel Carvallo, su nombre de batalla periodística, fue un privilegiado: porque fue un hombre amado, respetado y admirado por su mujer. No cualquiera puede presumir eso. Y así vivió y murió, rodeado de ese amor incondicional, leal, a prueba de explosivo carácter y tropelías de eterno adolescente.
** Él lo decía: Ana fue su bendición. La que lo “rescató” tal cual náufrago, en el océano tentador de otras vidas y otros tiempos. Es reconfortante saber que en el final de tu vida, alguien puede decirle a tus amigos que siempre vivirás en su recuerdo: sólo porque, sin razones de por medio, y acaso con todo en contra, te aman. Tal como fuiste. Y ya. Y es lo que vale y lo que importa: y sobra lo que digan los demás sobre ti, tu vida, tus acciones, quedas fuera del alcance de sus lenguas. De sus interpretaciones arbitrarias.
** Amigo: no hay más Palabras en esta despedida.