Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Una desafortunada declaración de la gobernadora Rocío Nahle sobre la muerte de la maestra jubilada Irma Hernández Cruz, que laboraba como taxista, encendió las redes y provocó las más acres reacciones.
Como bien sabes lector, Irma fue privada de su libertad por unos sujetos encapuchados frente al mercado municipal de Álamo el pasado viernes 18. Poco después se difundió un video en las redes donde se le ve arrodillada, rodeada de una docena de sujetos con armas largas y dando un mensaje: “Compañeros taxistas, con la mafia veracruzana no se juega. Paguen su cuota como debe ser o van a terminar como yo”.
Después apareció sin vida en un predio de Álamo.
Más tarde la gobernadora Nahle dijo: “Fue violentada. Nos están indicando los forenses que a raíz de la violencia, le dio un infarto”, lo que provocó las más enconadas recciones.
“Ahora resulta que la maestra murió por culpa de los triglicéridos, el colesterol y la glucosa elevada y no por las balas de los maleantes”, dijo con sarcástica acides un cibernauta.
Aunque puede tener razón la gobernadora: la maestra de 62 años necesitaba tomar medicamentos de manera periódica, y la falta de éstos aunada a la tortura física y sicológica, le provocaron un infarto que la llevó a la tumba.
La información es creíble pero no le correspondía a Rocío Nahle darla a conocer sino a la Fiscalía estatal, pero como su titular Verónica Hernández Giadáns, ha perdido la poca credibilidad que tenía (si alguna vez tuvo credibilidad), el indicado era el responsable del Servicio Médico Forense cuyas explicaciones, incluso las del infarto, nadie hubiera puesto en duda.
Ahora que si tantito me apuras lector, dar esa información no corresponde a ninguno de los tres al menos en este momento, porque el informe del forense forma parte de una carpeta de investigación que, se supone, requiere por ley de secrecía.
Es comprensible que en su deseo porque la muerte de la maestra se aclare lo antes posible, la señora Nahle dijera lo que dijo, pero alborotó el avispero.
Mientras personajes como el líder nacional del PAN, Jorge Romero, dijo que Irma era una mujer trabajadora que se ganaba la vida con dignidad en un país donde miles de mexicanas viven en la precariedad y el miedo, circula una versión donde se asegura que la maestra pertenecía a un grupo encargado de cobrar cuotas a los taxistas, pero que quiso cambiarse a otro grupo por lo que la secuestraron y mataron.
Ambas versiones, diametralmente opuestas, provocarán más confusión y si a esto le agregamos la poca o nula credibilidad en la Fiscalía estatal, el potaje quedó listo para un enredo perfecto.
El viernes la gobernadora pidió a los taxistas: “Si los están extorsionando, si los están chantajeando, denuncien”. Pero hubo alguien que no alcanzó a denunciar y fue el taxista del Tsuru número económico 592 que presta sus servicios en Tuxpan.
De acuerdo con versiones preliminares, el taxista circulaba el sábado por la mañana sobre la carretera Tuxpan-Cazones cuando unos sujetos lo obligaron a detenerse, abrieron fuego contra su unidad, hirieron a un pasajero y se llevaron al taxista del que no se sabe nada hasta el momento.
“Otro levantón como éste y pararemos todos porque más que miedo tenemos pánico. Estamos desamparados, nadie nos ayuda”, me dijo un conocido tuxpeño que trabaja en un taxi.
Lo que diga hoy la gobernadora en su conferencia debe ser lo suficientemente firme para devolverle la confianza a los trabajadores del volante, porque de lo contrario el problema puede crecer y salirse de cause.
Sus palabras deben ser las justas, además de precisas y claras. Si sale con que así le dejaron el estado los de antes le estará pegando a su antecesor y ese sujeto es punto menos que intocable.
Por ahora…
bernagup28@gmail.com
