Bernardo Gutiérrez Parra
Una mujer se mete a una tienda de conveniencia con un garrafón de plástico en la mano, al parecer va alterada. Algo les dice a los dependientes y sale. Una cámara la toma manoteando y gritando tanto dentro como fuera del establecimiento. Alguien llama a la policía y minutos después llega la patrulla 9276 con cuatro oficiales a bordo, uno de ellos es una mujer robusta.

Ninguno de los policías controla la situación y al parecer se hacen bolas. Ninguna cámara registra si hubo diálogo anterior a la detención. En otra toma se ve a la mujer tirada boca abajo, esposada y soportando el peso de la rodilla de la mujer policía en sus cervicales mientras sus tres compañeros observan impasibles.

La mujer se agita y gime; mueve sus pies desnudos y quizá pide clemencia pero nada. La rodilla de la mujer policía sigue recargando su peso en sus cervicales hasta que deja de moverse.

Y al final lo impensable. Ya con el cuerpo inerte y en lugar de llamar a los servicios de emergencia, los policías la suben como fardo a la batea de la patrulla. La mujer va muerta tras unos minutos de cruel tortura y agonía.

Los hechos ocurrieron el sábado anterior en Tulum, Quintana Roo, la mujer se llamaba Victoria Esperanza Salazar, tenía 36 años, era madre de dos hijas y estaba en México en calidad de refugiada. Era originaria de El Salvador de donde salió huyendo de la violencia.

Y el estallido de ira no se hizo esperar.

Organismos nacionales e internacionales lo mismo que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, repudiaron y condenaron el crimen. Grupos de mujeres en Tulum salieron a protestar el mismo día de los hechos y lo mismo hicieron en la Ciudad de México.

Contra todos los pronósticos y contra lo que sucede en estos casos, las autoridades de Quintana Roo se movieron rápido; detuvieron y pusieron a disposición de un juez a los policías involucrados y cesaron al director de la policía de Tulum, Nesguer Vicencio Méndez.

¿Y qué dijo el Presidente López Obrador? Algo muy emotivo y bien trillado: “Es un hecho que nos llena de pena de dolor y de vergüenza. Se va castigar a los responsables, ya están en proceso de ser enjuiciados y no habrá impunidad”.

Qué bueno que haya justicia para Victoria, qué bueno que se castigue a los responsables y les apliquen una pena correspondiente a la magnitud de su crimen. Pero qué malo que la justicia sólo sea para ella.

Entre 2019 y 2020 se cometieron en el país 1,979 feminicidios y en ese sentido, el año anterior ha sido en que hubo más desde el 2015 en que se lleva este registro.

¿Y qué ha hecho el gobierno de la 4T? Nada que no sea seguir contabilizando los feminicidios que son 11 al día en promedio.

¿Ninguno de esos crímenes han movido las fibras más sensibles del señor Presidente? No. ¿Y por qué no? Porque las mujeres violentadas no le interesan.

Si habló del crimen de Victoria fue porque traspasó nuestras fronteras. De otra manera jamás habría soltado las sobadas palabras que dijo en su mañanera sólo para salir del paso.

Victoria fue una mujer que tuvo que salir de su país porque allá, al igual que aquí, el gobierno no ha podido con el desempleo, la delincuencia y la violencia. Se fue a vivir a Quintana Roo donde su actual pareja (un mexicano que detuvieron ayer) la violentó y violó a una de sus hijas. Victoria lo denunció hace semanas y hasta ahí se sabe del caso.

Al igual que Victoria, cada una de las 1,979 mexicanas asesinadas en los dos primeros años de la 4T fueron amenazadas, golpeadas o violadas antes de ser asesinadas. Pero estas mujeres no han provocado en Andrés Manuel el mínimo sentimiento de pena, dolor y vergüenza.

Qué tristeza caray. Y qué pena dolor y vergüenza la cínica actitud de un individuo que como candidato prometió erradicar la violencia de género y protegerlas a todas ellas.

bernardogup@hotmail.com