Bernardo Gutiérrez Parra
Cuando en diciembre del 2018 Andrés Manuel López Obrador visitó por primera vez Veracruz como Presidente, nadie puso en duda quién era su gobernador consentido. El ingeniero mecánico electricista, Cuitláhuac García Jiménez era “su muchacho”. Un ya no tan joven luchador social al que había que ayudar para que Veracruz y la 4T salieran adelante.

Pero las cosas comenzaron a cuartearse bien pronto.

Hasta Palacio Nacional llegaron noticias de que Veracruz le estaba quedando muy holgado al muchacho del Presidente, por lo que éste multiplicó su presencia en la entidad y a esa primera visita le siguieron once más en las que le levantó la mano a Cuitláhuac, habló de su honestidad y de la bendición de tenerlo como gobernador.

Sólo que esas visitas no cuajaron porque Cuitláhuac no tiene remedio, las cosas no le salen y va de desatino en desatino. Sin duda se esfuerza, pero no da para más.

Defenderlo se ha convertido en un dolor de cabeza para Andrés Manuel porque el gobernador nomás no levanta. No tiene idea de cómo gobernar y Veracruz está peor que como lo dejaron quienes le antecedieron.

Quizá por eso el Presidente decidió cambiar de aires y el pasado fin de semana realizó una visita no programada a Oaxaca, su visita número 20 a esa entidad gobernada por el priista Alejandro Murat con quien desayunó y platicó relajadamente.

Veinte visitas en apenas dos años de gobierno es algo inusitado tanto para Oaxaca como para un Presidente. Ni Benito Juárez que se chutó 14 años en la presidencia realizó tantos viajes a su estado natal como los que ha hecho el tabasqueño.

¿A qué se deberá?

Quizá las visitas tengan que ver con que Oaxaca alcanzó este año un crecimiento del 3 por ciento y es uno de los diez estados más seguros del país. Sólo este año se construyeron más de 100 obras con recursos del gobierno estatal, y con apoyo del gobierno federal se construyeron carreteras que conectarán a la capital con la Costa, el Istmo de Tehuantepec y el Corredor Interoceánico.

Dan ganas de llorar sólo de pensar que hace tres lustros las cosas eran bien diferentes y Oaxaca estaba a años luz de su vecino Veracruz donde lo que sobraba era inversión y empleo.

Quizá las visitas también tengan que ver con que Oaxaca es de los estados con menos contagios y muertes por coronavirus y el índice de letalidad por la pandemia es de 7.8 por ciento, uno de los más bajos del país.

A diferencia de Cuitláhuac que está en penúltimo lugar de aceptación ciudadana, Alejandro Murat no ha bajado del quinto sitio y es uno de los gobernadores mejor calificados del país.

En Oaxaca casi no hay plantones, marchas y mucho menos bloqueos porque Murat dialoga y concilia. En Veracruz sucede lo contrario porque Cuitláhuac se encierra y no escucha.

En síntesis, en Oaxaca hay un político de 45 años que sabe gobernar, mientras en Veracruz tenemos un luchador social de 52 años que se la ha pasado de pretexto en pretexto y de queja en queja.

Quizá por eso López Obrador jaló para allá. Y es que mientras en Oaxaca ve soluciones, en Veracruz no sabe qué hacer con tanto problema. Y uno de ellos se llama Cuitláhuac García.

Cuitláhuac se ha convertido en una contrariedad cuya solución está en manos del propio Presidente. O lo remueve y despresuriza la olla, o lo mantiene y se arrepiente por siempre.

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