Bernardo Gutiérrez Parra
Me precio de haber tratado con los líderes y lideresas del PRI en Veracruz desde hace veinte años. A la mayoría los conocí en lo alto, casi inalcanzables, en la cúspide del poder tricolor. Cuando los priistas del interior del estado tenían que hacer antesalas de días o semanas hasta que al señor se les antojaba recibirlos.
En el 2000, cuando le dieron su primera zarandeada y muchos le extendieron su certificado de defunción, el viejo y septuagenario PRI se lavó las heridas, se reunificó y doce años después regresó al poder más soberbio y más corrupto.
La felpa que le propinaron en 2016 en Veracruz fue el preámbulo de lo que sufriría en 2018 cuando el tsunami llamado Andrés Manuel López Obrador casi lo borró del tablero político nacional.
En ese año el PRI estatal era un partido fracturado, desunido y demolido. Sus bases estaban iracundas con su dirigencia, mientras la dirigencia naufragaba.
Fue entonces que Marlon Ramírez Marín alzó la mano para competir por la dirigencia estatal y hasta sus amigos se burlaron de él. ¿Estás loco? ¿Qué vas a hacer ahí? ¿Es que piensas administrar los despojos?
Pero el 14 de mayo del 2019 tomó protesta como presidente del CDE del tricolor y de inmediato se puso a trabajar. En aquella ocasión dijo: “El PRI no está muerto, es un partido que reflexiona, se reinventa y regresará para ser la primera fuerza a nivel nacional y en el estado de Veracruz”.
Parte del trabajo de Marlon ha consistido en recorrer palmo a palmo la geografía veracruzana para restañar heridas, dialogar con las bases y escuchar, sobre todo escuchar. “Escuchar quejas, reproches, demandas, exigencias, propuestas, soluciones y hasta mentadas”, según comentó la primera ocasión que se reunió con un grupo de columnistas de Xalapa.
Otro punto a su favor es que es un líder a ras de tierra que conoce por su nombre a casi todos los priistas de la entidad con los que habla franca y abiertamente. Con él no hay antesalas eternas y no es “de los de arriba”, de los inalcanzables, como fueron varios de sus antecesores.
En el tiempo récord de un año cinco meses logró restructurar los 212 comités municipales con hombres y mujeres nacidos y conocidos en esos municipios. Esto ha fortalecido al partido porque le da confianza a las bases.
¿Cuál ha sido la fórmula? Trabajo, diálogo y sobre todo, saber escuchar.
Este martes y nuevamente en reunión con columnistas de Xalapa, Marlon Ramírez y el delegado del PRI en Veracruz, Jorge Armando Meade Ocaranza, dieron a conocer cómo va su trabajo.
El PRI en Veracruz avanza en la consolidación de una base estructural sólida que le permitirá elegir a los mejores hombres y mujeres con reales posibilidades de triunfo.
Nada de compadres y amigos ha dicho Marlon, lo que el tricolor necesita para regresar por sus fueros, son hombres y mujeres de bien que le den solidez al partido y aseguren con su triunfo la alternancia.
Los meses que vienen no serán fáciles, tanto Ramírez Marín como Meade Ocaranza, saben que para aspirar a triunfo tendrán que buscar alianzas y éstas se están cocinando con el PAN y el PRD, aunque no necesariamente en los 212 municipios.
Por muy vapuleado que lo vean sus adversarios, el PRI en Veracruz es la fuerza política que más militantes tiene, además de una estructura bien cimentada y algo de lo que carecen los demás partidos: UNIDAD. Así, con mayúsculas.
¿Hasta dónde llegará?
Lo sabremos el domingo 6 de junio del 2021 cuando los veracruzanos vayan una vez más a las urnas. Ese día se verá el trabajo de Marlon Ramírez Marín, que ha dicho en más de una ocasión que entregará buenas cuentas.
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