Bernardo Gutiérrez Parra
Con la rifa del avión salió más caro el caldo que las albóndigas y eso lo sabe muy bien Andrés Manuel López Obrador que de seguro en la mañanera de hoy jueves, dará a conocer cifras alegres para tratar de tapar su fracaso.
Porque la rifa fue un fracaso.
Imposible olvidar su anuncio del 7 de febrero: “Ya se tomó la decisión, después de un análisis, de reflexiones, de consultas, de tomar en cuenta distintos puntos de vista, ya se tomó la decisión de rifar el avión presidencial y que puedan participar todos los mexicanos que quieran ayudar”.
Lo cierto es que nunca lo analizó, ni lo reflexionó, ni lo consultó y mucho menos tomó en cuenta ningún punto de vista. La decisión de deshacerse del Boeing 787-8 la tomó él en la creencia de que el pueblo que lo llevó al poder, armaría tumultos para comprar uno o varios de los 6 millones de cachitos de a 500 pesos cada uno.
A los primeros que les enjaretó los billetes fue a los empresarios que le compraron 3 millones de cachitos, por lo que pensó que vender los otros 3 millones sería coser y cantar.
Pero la desilusión llegó de la mano del coronavirus que en seis meses dejó sin trabajo a 10 millones de mexicanos y obligó al cierre definitivo de 250 mil empresas. Sin liquidez en las calles lo más que compró la raza de bronce fueron 500 mil cachitos.
Aunque ese no fue el único factor para que no se vendieran los billetes.
Los cálculos de Andrés Manuel (que es pésimo para calcular) estuvieron errados desde un principio porque pensó que al menos la mitad de los 30 millones de mexicanos que sufragaron por él en 2018 se disputarían 3 millones de cachitos.
Pero las cosas le salieron diametralmente opuestas.
Quienes lo llevaron a la presidencia lo hicieron hartos de los partidos de siempre y los ladrones de siempre. Pero se toparon con un sujeto sectario, intransigente, incapaz de escuchar y con una carga de odio brutal, que echa mano de ocurrencias para resolver problemas en los que él mismo se mete.
Y no le siguieron el juego.
Lo mismo sucedió con las firmas para enjuiciar a los expresidentes.
López Obrador pensó que hasta los que no votaron por él se treparían unos encima de otros en los módulos recolectores de firmas y no fue así. Tuvo que recurrir a su firma para enviar una carta al Congreso con la pregunta que se supone debe contestar con un sí o un no la ciudadanía.
Uno de los que se pitorreó del presidente fue el periodista Carlos Loret que en su columna de este miércoles dice: ¿Dónde está “el pueblo” de López Obrador? En un país de 130 millones de personas, el presidente no pudo vender 3 (de los seis) millones de cachitos de la rifa del avión y no logró juntar 2 millones de firmas para convocar a una consulta que enjuicie a los expresidentes. ¿Dónde está “el pueblo”? No hubo pueblo.
Y en efecto, no hubo pueblo.
¿Qué sucedió? Que como candidato AMLO prometió casi el paraíso: un país sin corrupción, sin violencia, con más fuentes de empleo y seguridad social… Y nada.
¿Qué sigue ahora? Un amigo me dijo que la próxima rifa que hará Andrés Manuel será la del Castillo de Chapultepec, pero sin el Castillo.
Y anda tan desesperado que es capaz. Con tal de seguir vendiendo espejismos que hagan olvidar a la raza que el país se hunde cada día más en el hoyo.
La rifa del avión y la recolecta de firmas, fueron dos avisos que le dio “su pueblo”, un pueblo que comienza a abandonarlo igual que abandonó (y después olvidó) a Luis Echeverría. Aunque lo niegue tozuda, mañosa y falazmente el presidente.
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