En una de sus incontables giras como candidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador dijo una verdad del tamaño de una catedral: “El crimen y la impunidad existen porque quienes están en el poder no saben gobernar”.

A quince meses de que asumió la presidencia, la frase está más vigente que nunca y de eso dan fe cientos de miles de mujeres que tienen miedo de engrosar la lista de feminicidios; miles de madres cuyos hijos siguen sin aparecer. También dan fe los secuestrados, los extorsionados, los robados y los familiares y amigos de más de 30 mil asesinados el año anterior, primer año de gobierno de Andrés Manuel.

Todo esto exaspera al Presidente cuyo discurso ya dio de sí y no tiene un plan B con que reemplazarlo.

El viernes, el asesinato de Ingrid Escamilla le echó a perder su conferencia mañanera que además estuvo aderezada por los gritos de 100 mujeres que, aparte de exigir el fin de los feminicidios, quisieron quemar la puerta Mariana y pintarrajearon las paredes de Palacio Nacional.

A ellas el Presidente les mandó un mensaje: “Le pido con todo respeto que no nos pinten las puertas, las paredes; que estamos trabajando para que no haya feminicidios”.

El sábado en Tepetitlán, tuvo un desafortunado desliz al decir frente a los miembros de la Guardia Nacional: “Tenemos que ser respetuosos con los derechos humanos. Los delincuentes son seres humanos que merecen también nuestro respeto”.

Esto molestó a mandos y tropa ya que su Comandante en jefe jamás ha pedido a los delincuentes respeto para sus derechos humanos. También avivó el resentimiento de miles de mexicanos cuyos hijos fueron secuestrados, torturados y asesinados y para los que tampoco hubo respeto por parte de los criminales.

Este lunes no le fue mejor al Primer Mandatario; la desaparición y asesinato de la niña Fátima de apenas 7 años, recrudeció el rencor de una sociedad que está herida y lastimada. Y tuvo que entrarle al tema: “Muy lamentable que esto suceda. Yo creo que lo más eficaz es procurar y aplicar entre todos una política para tener una sociedad mejor”.

Cuando alguien le preguntó sobre el creciente número de feminicidios contestó: “Yo rengo mi conciencia tranquila porque trabajo todos los días para garantizar la paz y la tranquilidad en el país”.

Lo triste es que por muy chambeador que sea, eso no inhibe a los criminales que están más violentos que nunca.

¿No están en un segundo término las agresiones a las mujeres?, le preguntó una reportera y AMLO contestó con otra cosa: “Que me digan cuando se había visto que el presidente de México llevara a cabo, de lunes a viernes, de 6 a 7 de la mañana, una reunión del gabinete de seguridad para atender el problema de la violencia. Nada más, que me digan cuándo había sucedido esto”.

Nunca que se sepa. Pero lo que el pueblo de México desea saber por qué a pesar de esas reuniones los feminicidios son incontrolables y la tasa de criminalidad sigue en aumento.

La mañanera de este lunes fue quizá el comienzo de la debacle de las conferencias porque el discurso presidencial ya se rayó y el rayón no tiene remedio.

En su desesperación López Obrador culpó del crimen de Fátima a la descomposición social que produjo el modelo neoliberal. Pero al decir esto está aceptando tácitamente que ese modelo goza de muy buena salud y él como Presidente ha sido incapaz de acabarlo.

Eso sí, de que tiene razón tiene razón: el crimen y la impunidad existen porque quienes están en el poder no saben gobernar.

Y el mejor ejemplo de esto es el propio Andrés Manuel y su patética y fraudulenta 4T.

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