El Presidente López Obrador es recibido en sus giras por Veracruz, como en ninguna otra entidad federativa. Constancia de que el tercer estado con el padrón más amplio de electores es bastión morenista. En mucho, sin olvidarnos del agravio de los gobiernos del PRI y el PAN, gracias a la personal cercanía de Andrés Manuel con la gente.

 

En el sur y centro de Veracruz  la recepción fue como suele calificarlo la prensa, como “figura del Rock Star”. Hubo quienes hasta pagaron por verlo, como los que erogaron mil pesos por estar presentes desde el balcón de los Portales. En los actos masivos se ubicó a muchos acarreados, pero llenos de la esperanza incubada en 18 años de campaña.

 

Seguidores apostados atrás de las barreras metálicas, donde se observan, lo mismo a legisladores que empresarios, campesinos, jóvenes o exfuncionarios duartistas (los más aferrados a captar la atención de AMLO),  junto a sus víctimas, ciudadana/os de a pie. Mujeres y hombres, con la esperanza de ser tomados en cuenta, con el sobre, o la mano extendida. Un escenario distinto a los que vemos en los actos oficiales donde AMLO no está, donde se identifica una nueva clase política emergente, que no aplica la línea de la 4T y recicla la atmósfera clasista  “de los de arriba y los de abajo”.

 

El mandatario mexicano atendió a la multitud hasta con selfies, besos y apapachos. Los otros, a diferencia de lo que practican cotidianamente, lo imitaron esos días. Hubo quienes recibieron abrazo más efusivo de López Obrador, otros albergaron un cuidado especial y su carpeta fue turnada inmediatamente. La campaña sigue su marcha por tierra y afianzándose, con su muy peculiar condición asistencialista. Es tan grande la desigualdad que una moneda que dispensen hace la diferencia en la vida de las personas.

 

Los que hoy se ubican en “los de arriba”, siguen inercialmente el camino de quienes cayeron el 1 de junio. Forrados de soberbia se les veía venir. Desde antes de que tomaran posesión miraban para abajo, bloqueaban el paso con aires de divinidad a los que consideran fifís, el clasismo al revés. Es la hora de la venganza para ellos. Pero cuando están con el que manda se tornan, todas sonrisas fingidas, todas atenciones, pese a su división y los regaños del jefe.

 

¡Cuídate Andrés Manuel! ¡Te amo! Gritaba la señora que luchaba, entre espaldas de hombres que ansiaban saludarlo. Ninguno delante de ella se atrevió a ceder un centímetro de su lugar, siquiera para que lo viera. Es la ley patriarcal, la de la selva pues, donde mujeres, tercera edad, niños y niñas, son los sometidos.  Muchos discursos pero en sus acciones son los más maltratados. Esto lo repiten en esa cúpula.

 

En el templete sólo el gobernador Cuitláhuac García y el super delegado, Manuel Huerta de la clase política, y algún invitado del gabinete presidencial. Nadie más,  enviando la señal, quiero creer, de que la división de “los de arriba y los de bajo” no tienen cabida. El resentimiento social es tanto que los que “lograron” la victoria saborean a diario en decidir quien vive y quien muere en la recién llegada élite al poder.

 

Antes del espaldarazo de AMLO al gobernador de Veracruz, para acallar las voces que lo tiran de la silla, el Presidente atiende a la gente en las vallas. Lo mismo a la octogenaria que lo envuelve con su collar de rosas, como a las Diputadas locales de Morena. Los y las legisladoras ya no gozan de privilegios, menos los funcionarios, o quienes pretenden la logística de los que se fueron. Innovación no sin abusos.

 

Lo atestiguamos en Xalapa durante la visita de Alejandro Encinas. Sólo los más cercanos en su círculo les fue permitido el acompañamiento a despedir al subsecretario de Gobernación, el pasado 25 de enero en la capital del estado de Veracruz. Las formas del “nuevo” estado mayor “de facto”, no respetan investiduras, o razonamientos. Para ellos solo valen sus “camaradas”, como quedó registrado, al impedirles el paso a legisladoras, precisamente el día que lanzaban el programa Cero Tolerancia a la violencia contra las Mujeres y las Niñas en Veracruz.

 

“Los de arriba y las de abajo” rememora a Los Miserables de Víctor Hugo que muestra la pobreza en el siglo XIX, durante el establecimiento de la Tercera República en las últimas décadas del siglo. El autor retrata muy bien la implosión de una sociedad  conservadora, clasista y machista que colapsó.

 

 “El humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos y al infortunio para todos los que transitan por este camino. Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido. La luz del día se funde con la sombra y la oscuridad entra en sus corazones; y en medio de esta oscuridad el hombre se aprovecha de la debilidad de las mujeres y los niños y los fuerza a la ignominia. Luego de esto cabe todo el horror. La desesperación encerrada entre unas endebles paredes da cabida al vicio y al crimen…

 Parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso, además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico. Ellos son “Los Miserables”, los parias, los desamparados”, cita el escritor.

 

Galeano lo actualiza de acuerdo al contexto histórico en su libro, “Los Niños: Los de arriba, los de abajo y los del medio”. El autor asevera que el mundo trata a los niños ricos y a los niños pobres de manera diferenciada. “A los ricos los trata como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres, como si fueran basura, para que se conviertan en basura y los del medio, que no son ricos o pobres, los tienen atados a la pata del televisor para que se vayan acostumbrando a una vida prisionera”.

 

Y lo reciclan algunos en la 4t.

Difícil de entender para quien está desubicado.