“!Mira López Obrador!, ¡tú vas a ser el presidente, tú sabrás que equipo de trabajo armas pero, no quiero que nos hagas esto!!! ¡No se me hace justo que yo le eche un chingo de ganas a tu campaña, que tuve que dormir con esto de cabecera (el hombre -en webcam- muestra con ambas manos sus navajas). ¡Que tuve que tener mis pinches armas cargadas!!! (las señala) ¡Que puse en riesgo la integridad de mi familia, de mi hermano! ¡Que viví intranquilo por las amenazas que recibí por estarte apoyando, por estar exhibiendo a esas putas ratas! (…)¡Yo le eché un chingo de ganas y ¿para qué??? ¿Para qué me hagas eso??? Entonces ¿Para qué chingaos me puse en riesgo? Si me puse en riesgo era porque quería a esas pinches lacras fuera del gobierno de México. ¿Quieres una consulta pública? ¡Aquí está tu consulta pública!!! Porque sabemos la clase de pendejos, de inútil, la clase de palero, de corrupto que es Meade!…Entonces…¡Tú sabrás!!!”. Con esa advertencia se corta el video en Twitter, del sujeto que evidentemente enardecido, le apela a AMLO su reunión con el excandidato del PRI. https://twitter.com/JPAlvarezG
Cuando Alejandro Solalinde, reveló al Diario El País, que en caso de fraude el 1 de julio, México pudo enfrentar un estallido social armado, lo vi como una declaración estridente pero, la conducta de varios de los seguidores de AMLO en la calle, los airados cuestionamientos en las “benditas redes”, lo confirma. Exhibe además que la nube rosa, que vivió apenas unos días López Obrador, se desvanece. El pragmatismo del que hace gala como el próximo Presidente de México, entrampado entre el Tigre, los acuerdos con Los Pinos y la “mafia del poder”, se le revierte. Una encuesta de AMLOVEmetrics (SDP) reaccionó con un 43% en contra de integrar al priista al próximo gobierno.
El horno no está para crispar el ánimo de los fanáticos radicales. Hay un México que sigue enojado, en especial y de manera inédita, se perciben las advertencias del sector que se piensa traicionado por Andrés Manuel. El desairado “enojo social”, que le crece como los enanos a quien no atienda, debe prender un foco rojo en el vencedor del 1 de julio, porque podría convertirse en la misma tumba de los que no entendieron durante tres sexenios.
Contra el ausente Peña el discurso de odio emergió junto a los escándalos, después de dos años de su toma de posesión. En cambio las descalificaciones a AMLO llegan sin siquiera haberse sentado en la silla presidencial.
Cuando los aplausos aún enrojecían las manos para alabar el gran poder de convocatoria de EPN para lograr las reformas estructurales lo alcanzó Ayotzinapa, Casa Blanca, la fuga de El Chapo, la corrupción de su círculo cercano (funcionarios, Gobernadores y…), la impunidad, la ruptura con la gobernanza, la masacre contra población civil desarmada, poda social soterrada; desigualdad lascerante, gasolinazos y devaluación deuda pública duplicada. Crecieron del mismo modo feminicidios, desaparición forzada, masacre de periodistas, etc. Dejó al país en un desorden social y traicionó a su partido. Y en todas las pifias su estrategia de comunicación presidencial fue deficiente, tardía e ineficaz en términos de control de daños.
Andrés Manuel tiene una legitimidad inédita y su cercana “distancia” con la Mafia del Poder está carcomiendo tempranamente su capital político, ante una mayoría que prefiere desconocer “el pacto impronunciable”. No es gratuita la preocupación del periodismo crítico advirtiendo que no cejará de señalar a quien se afana por el poder absoluto. Molestos unos porque ganó AMLO y otros porque son antisistema por ideología, hay un gran porcentaje de la población que percibe cómo se despeña el ansiado cambio. Los que se quedaron con ganas de pelear o están contratados para acallar a periodistas, analistas o académicos encuentran, declaración tras declaración de su líder, la justificación para emputarse (llenarse de furia).
El saldo rojo del gobierno adelantado se explica por el relativismo ético de los discursos de campaña del candidato ganador a la presidencia. No se ve voluntad política para combatir a la corrupción, la inseguridad, la pobreza, sino al contrario aumentan. El protagonismo y la sobreexposición mediática de AMLO, ponen en riesgo su bono democrático al entrar con bandos de administración, al ya de por sí desgastante ejercicio de gobierno. Declaraciones de su imprudente gabinete, las designaciones de expriistas y personajes corruptos, compromisos de campaña fallidos, consultas simuladas, son matizados o desmentidos a diario, y las apuestas corren para ver que promesa se cae en el día.
Si bien la mentira política inscrita en la “demagogia”, y hoy rebautizada “marketing o propaganda política”, es parte del sistema desde su raíz, los incumplimientos no van a ser tolerados por la mayoría de la población agraviada, que votó o no, por MORENA. Los “amlovers” lo defenderán contra millones de mexicanos que lo encumbraron exigiéndole no hacer pactos con la “mafia del poder”, pero ¿Podrán contra el ánimo de los radicales armados? Le otorgaron su confianza para que sus heridas y molestias deriven en responsabilidades y no para encontrarse con la deformación de la verdad, a conveniencia política, aderezada con anuncios y respuestas ambiguas, populistas, en lugar de atender la urgente agenda que le exige la sociedad.