Ser candidata a Diputada Local ha significado enfrentarme a muchos monstruos, el más grande: la desconfianza y el desinterés de la sociedad, los políticos nos han lastimado, robado y traicionado.
Cuando acepté ser candidata sabía que me enfrentaba a un gran reto, más allá de la sentencia del partido que me decía que no iba a haber prerrogativas (que hasta el día de hoy no entiendo por qué no se me fueron dadas), tenía claro que exponerme a la vida pública conlleva muchos riesgos.
¿Cómo no hacer política?, hemos tenido grandes maestros. He intentado hacer una campaña propositiva, quitar pretextos y poner soluciones, ha sido una experiencia enriquecedora, mi carácter como mujer se ha fortalecido, eso de estar entre la espada y la pared ha sido de mucho aprendizaje. Son tiempos en los que necesitamos reconocernos como seres humanos, unirnos y levantar nuestras voces.
Este proceso electoral ha sido desgastante, nuestra confianza ha sido confrontada en su máximo explendor, el día que recibí las lonas de mi publicidad tomé inmediatamente una decisión, no colgarlas en las casas, ¿el por qué? simple, creo que utilizar los hogares de los ciudadanos para fijar una postura política más que fortalecer una propuesta, separa y sectoriza a la ciudadanía, a mí no me importa por quién vas a votar, a mi me importa que quieras un mejor, país, una mejor ciudad.
Las lonas en las casas y comercios me parecen una falta de respeto a los ciudadanos, además de representar un agente de contaminación ambiental y visual. Por esa razón decidí donar las lonas que por default se me otorgaron a un lugar donde puedan ser realmente útiles, es el caso de las organizaciones de protectores de animales, donde resguardan mascotas que fueron abandonadas y que viven con la esperanza de encontrar un amoroso hogar. Es la forma que encontré de aunque sea poco ofrecer apoyo a estas instituciones, es mi forma de abrazar y ofrecer un techo a esos seres que fueron abandonados.